Israel es un país muy celoso respecto al secreto en que mantiene sus acciones militares.
Sin embargo, la osadía y el coraje con que se ejecutó la Operación Entebbe –llamada de forma oficial Operación Thunderbolt, y más tarde Operación Yonatan–, así como el éxito obtenido en aquella oportunidad frente al terrorismo internacional, son factores que han permitido a los historiadores levantar ligeramente ese velo.
En el siguiente artículo, ofrecemos el relato de un hecho que ha
contribuido a que las Fuerzas de Defensa de Israel alcancen un estatus
casi legendario cuando se habla de este tipo de operaciones.
El
27 de junio de 1976 cuatro terroristas secuestraron el vuelo 139 de Air
France, que cubría la ruta Tel Aviv-París. Dos de ellos, un hombre y
una mujer, pertenecían a la organización terrorista alemana Rotte Armee
Fraktion (Fracción del Ejército Rojo), mas conocida como la banda
Baader-Meinhoff en honor a sus siniestros dirigentes. Los otros dos,
militaban en el F.P.L.P. (Frente Popular para la Liberación de
Palestina).
El secuestro se produjo tras una escala en Atenas. La seguridad de
su aeropuerto era bastante lasa en aquella época, y eso explica que allí
se iniciasen diversas acciones terroristas.
Los secuestradores, autodenominados “Célula Che Guevara de la unidad
Haifa del FPLP”, pusieron rumbo a Bengazhi, en Libia, donde se le
suministró combustible.
Esta parada no fue hecha al azar, ya que el régimen del coronel
Gadaffi, además de ser un patrocinador de grupos terroristas entre las
décadas de 1970 y 1990, estuvo implicado en la acción, según confesó el
dictador en 2003.
El vuelo prosiguió hasta el aeropuerto de Entebbe, Uganda, a 32 km.
de la capital, Kampala. El mariscal Idi Amin, dictador del país, se
presentó como mediador para solucionar la crisis; aunque lo cierto es
que prestaba protección a los terroristas.
Las exigencias de los terroristas eran la liberación de 53 camaradas
presos en cárceles europeas y las de otros 40 en Israel. Si sus
exigencias no eran cumplidas, amenazaban con asesinar rehenes a partir
del 1 de julio.
A continuación, dividieron a los rehenes en dos grupos: los de
nacionalidad hebrea y quienes, dados sus apellidos, podían ser judíos en
opinión de los terroristas. Por otro lado, el resto.
Los no hebreos fueron puestos en libertad, excepto la tripulación
francesa, que se negó a dejar a los rehenes israelíes a su suerte.
Ante el cariz de la situación, las autoridades de Israel empezaron a
diseñar una operación de rescate. Primero aceptaron como considerable
la liberación de terroristas, lo que hizo que se retrasase hasta el
cuatro de julio la fecha tope para el comienzo de asesinatos.
Luego, tras la llegada de los rehenes liberados a París, agentes de
inteligencia israelitas y franceses les entrevistaron para recabar
información. Francia prestó plena colaboración, pues la tripulación
podía correr la misma suerte que los rehenes. La información obtenida
fue valiosa: a los cuatro terroristas se les unió un número
indeterminado de colaboradores en Uganda, cuyo ejército intervenía en la
vigilancia de los 103 rehenes. Estos estaban retenidos en las
instalaciones de la vieja terminal del aeródromo.
Por otro lado, se habló con oficiales de fuerza aérea israelí que
habían entrenado a sus homólogos ugandeses, en los tiempos en que el
régimen de Amin estaba en buenas relaciones con Israel. No en vano, la
fuerza aérea de Uganda tenía instalaciones en Entebbe. Además, por una
afortunada casualidad, empresas israelíes habían participado en la
construcción de parte de las instalaciones del aeródromo, lo que
permitía el acceso a planos fiables.
Con todos los datos, el estado mayor israelí empezó a barajar las
distintas opciones: un lanzamiento masivo de paracaidistas, un ataque y
desembarco con lanchas provenientes de la orilla de Kenia del lago
Victoria y el aterrizaje de aviones en el aeropuerto y su toma
posterior.
La última fue la opción ganadora, que rescataba un plan inédito de
rescate, cuando en 1968 un avión israelí fue secuestrado y trasladado al
aeropuerto de Argel.
Gracias a la información obtenida seonstruyó una réplica de las
instalaciones del aeropuerto, donde las unidades militares que
participarían en la operación realizaron distintos simulacros.
Se seleccionó a hombres de las principales unidades de elite
israelíes: la Sayeret Matkal, también denominada Unidad 269 de
reconocimiento del estado mayor, la principal unidad antiterrorista y de
infiltración de las fuerzas armadas hebreas; la Sayeret Golani, fuerza
de reconocimiento de infantería de elite, y la Sayeret Tzanhanin, fuerza
de reconocimiento paracaidista.
El alto mando llegó a la conclusión de que el asalto, rescate y
posterior reembarque de los rehenes debía hacerse en menos de 55
minutos. La operación fue bautizada con un nombre de reminiscencias
bondianas: Thunderball.
Por fin, el 3 de julio la fuerza de rescate embarcó en cuatro
aviones de transporte turbohélice C-130 Hércules. A estos se unieron dos
reactores Boeing 707, uno habilitado como hospital, en previsión de
importantes bajas, y el otro como centro de comunicaciones.
Volaron a baja cota sobre el mar Rojo, para no ser detectados por
los radares egipcios, saudíes y los de los buques de guerra soviéticos.
Posteriormente, atravesaron el espacio aéreo etíope y la frontera entre
Sudán y Kenia, hasta sobrevolar el lago Victoria. El Boeing medicalizado
tomo tierra en la capital de la vecina Kenia, aguardando
acontecimientos. En total un vuelo de casi cuatro mil kilómetros. y
siete horas y media de duración para los Hércules, dos horas menos para
los reactores.
A las 23 horas (según horario israelí, ya que era la una de la
madrugada según la hora local), aterrizaba en Entebbe el primer
Hércules, con el principal equipo de asalto a bordo.
Sin que se hubiese detenido, saltaron miembros de la Sayeret Golani
para colocar balizas de emergencia, en caso de los ugandeses apagasen
las luces de la pista. Pocos metros después, y sin haber parado aún, se
abrió el gran portón trasero del avión y descendieron dos Land Rover y
un gran Mercedes negro, pertrechado como el coche oficial de un alto
cargo ugandés o del propio Amin, enarbolando banderas nacionales. En los
tres vehículos se amontonaban 35 hombres de la Sayeret Matkal,
comandados por el teniente coronel Yonatan Netanyahu, hermano del ex
primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
A toda velocidad, se dirigieron a la torre de control, adyacente a
la terminal donde se encontraban los rehenes. Disminuyeron su ritmo
cuando dos centinelas ugandeses les dieron el alto al acercarse a las
edificaciones.
Pese a que los comandos iban uniformados con uniformes de camuflaje
del conocido como “lagarto”, de origen francés y usados por los hombres
del FPLP, e informes de inteligencia afirmaban que Amin tenía un séquito
de guardaespaldas de la organización, los israelíes no quisieron correr
riesgos y dispararon a los africanos con armas con silenciador.
Ambos fueron abatidos, el primero en el acto, pero sobre la suerte
del segundo existen varias versiones: que fue abatido por un comando con
un arma sin silenciador, o que el centinela consiguió disparar su arma
antes de morir.
Sea como fuere, el elemento sorpresa se había perdido y los
israelíes debían actuar con urgencia extrema, ya que peligraba la
operación entera. Se dividieron en tres grupos. Uno tomaría la torre y
los restantes asaltarían la terminal. Varios terroristas y soldados
salieron de esta última, sorprendidos por los disparos, siendo repelidos
por los comandos, que abatieron a varios africanos y a dos terroristas.
Dentro, otro terrorista empezó a disparar contra los adormilados
rehenes, pero los comandos acabaron con él.
Se entabló un breve tiroteo, al tiempo que los israelíes usaban
megáfonos para, en inglés y yiddish, instar a los rehenes a permanecer
tendidos. Dos terroristas intentaron confundirse con los rehenes y
lanzar granadas contra los soldados, pero fueron muertos sin que
llegasen a causar bajas.
A los tres minutos de aterrizar, todo había terminado: se había
tomado el edificio y abatido a cuatro terroristas y a varios soldados
ugandeses, aunque dos rehenes habían sido fatalmente alcanzados.
A las 23.06 aterrizó el segundo aparato, del que descendieron más
tropas israelíes y dos TOA M-113 (Transporte Oruga Acorazado). Estos se
dirigieron a prestar apoyo al grupo que intentaba tomar la torre,
silenciando a las tropas ugandesas y conquistando la instalación.
A las 23.08 hizo lo propio el tercer aparato, del que también
desembarcaron tropas y otros dos M-113. Se dirigieron a la zona militar
del aeropuerto, donde había estacionados varios aviones de combate de la
Fuerza Aérea del Ejercito de Uganda. Al abrir fuego con las
ametralladoras pesadas M-2 montadas en los blindados, inutilizaron siete
Mig 21 y cuatro Mig 17, evitando una posible persecución.
A su vez, efectivos de la Sayeret Golani dispusieron un perímetro de
seguridad en torno al aeropuerto, en previsión de los refuerzos que
pudiesen llegar de Kampala. Se temía la llegada de los carros T-54
soviéticos que poseía Uganda.
Con el aeródromo tomado y asegurado en menos de quince minutos,
aterrizó el cuarto Hércules junto a la terminal. Salió un contingente de
médicos y sanitarios de combate, que evaluaron la situación de heridos y
rehenes para su posterior reembarque. Fue un proceso laborioso,
teniendo en cuenta las condiciones psicológicas provocadas por el
cautiverio y el shock del asalto, además de la oscuridad reinante. No
obstante, el avión que evacuó a los rehenes despegó a las 23.52.
El resto de tropas fue reembarcando paulatinamente, cubriendo su
retirada con botes de humo y dejando trampas explosivas que detonarían
por temporizador. Al filo de las 00.30 despegó el último aparato de la
flotilla rumbo a Kenia, donde los heridos fueron tratados en el 707 que
les aguardaba o internados en hospitales kenianas. El grueso partió
directamente hacia Israel, escoltados por cazas F-15 hebreos.
En total fueron abatidos trece terroristas alemanes y palestinos y
treinta y tres soldados ugandeses, aunque otras fuentes reducen la cifra
a siete y veinte muertos, respectivamente. Por la otra parte,
perecieron un comando, el teniente coronel Netanyahu, y tres rehenes.
Una de los rehenes muertas no falleció en el aeropuerto, sino que fue
asesinada como represalia por los terroristas en el hospital de Kampala,
en el que había sido ingresada días atrás.
En
definitiva, una operación militar titánica, llevada a cabo a casi
cuatro mil kilómetros de distancia, con una ejecución casi impecable y
un éxito atronador.
Una inyección de moral para el ejército y el pueblo de Israel, aún
no recuperado de la costosa victoria en la guerra del Yom Kippur de
1973, y una humillante derrota infringida a la joint venture terrorista germano-palestina.
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